29 de junio de 2010

un 0-0 gracioso


Comienzo a ver Paraguay-Japón en el segundo tiempo.
Hay buen ritmo, está movido, y los dos equipos juegan honestamente, sin enredos ni mañas. Pasan los minutos y de parte y parte se siente el temor de quedar por fuera del torneo. Pero existe también, por extraño que parezca, un cierto aire de comedia en el partido.
El balón rueda frenéticamente en el campo —casi nunca se juega en el medio— y esto produce desorden e inquietud en las áreas y estimula todo tipo de carreras inútiles.
Los estrellones, los tropezones y los trompicones son tantos que se vuelven rutina y los balones peligrosos, en lugar de ser despejados por los defensas, rebotan en los pechos y las espinillas, contribuyendo a la confusión.
Si dos jugadores saltan por un balón elevado, es seguro que al menos uno de ellos termina en el suelo.
Un delantero paraguayo tiene que agacharse y cubrirse la cara para protegerse de un pase inesperado.
El japonés Endo atisba y conspira con un ojo apagado cada vez que va a cobrar un tiro libre.
El técnico paraguayo, Gerardo Martino, no puede quedarse quieto. Se da palmadas en los costados, se voltea, se agarra el pelo, se alisa el pelo, alza los brazos... parece inventado por Molière.
El técnico japonés, Takeshi Okada, es lo opuesto, una máscara rígida de agonía.
Las dos delanteras juegan con ineptitud, y por eso el 0-0 dura hasta el final, al son de la comedia.

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